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«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». San Lucas 9

Lo primero que se me viene a la cabeza cuando leo este texto es una pregunta ¿Somos capaces de seguir al “Maestro” adondequiera que vaya?

Es una pregunta lógica porque si prometiera que siempre viviríamos en palacios, rodeados de lujos o comodidades, sería un sinfín de personas las que le seguirían. Pero el punto de partida de cualquier seguimiento, más de un seguimiento comprometido, es el amor no el interés.

El Señor no promete precisamente la felicidad en términos de tener o poseer todo aquello que nos hace sentir bien, que dora la píldora de nuestro hedonismo. Un seguimiento comprometido del Maestro, conlleva no solo no poseer nada material, si no, que nada de lo que poseamos sea reconocido como “tesoro”.

Muchos veces, como en el Evangelio le decimos: “Te seguiré Señor, pero déjame primero….”.

Y en ese primer lugar al que llamamos “necesidad o urgencia” se esconden nuestros tesoros. Sin embargo, el seguimiento al Maestro es algo más sencillo a la vez que natural y radical. No hace falta crearnos una cápsula en el mundo para que nadie nos “toque” o “contamine”. El verdadero milagro es cuando: en medio de tanto materialismo, tanto triunfalismo y autopromoción personal, dentro de tantos estímulos de aquí y de alla (algunos sorprendentes) damos la primacia, el mejor lugar y único lugar importante al; Maestro.

Cuando esto ocurre, no queremos ir a enterrar a nadie, a despedirnos de nadie …no hace falta. Jesús no pide aislamiento, sino testimonio en medio de un mundo que necesita “sal” para tener sabor y “Color”, porque en la ausencia de luz, solo hay oscuridad. ¿Lo pillas?

El Maestro te dice ven y no promete sino su compañía y tras la perseverancia, la vida eterna. Es él mismo la herencia de los que le tienen como único tesoro.

“Porque donde está vuestro tesoro, también estará vuestros corazón”. San Mateo 5

CHARITAS

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