María de Dios está de nuevo a la intemperie, sus hermanos que la acogen en Madrid están preocupados por su salud. En la carmelita se instala la incertidumbre, sin embrago, no aminora su confianza en Quien le tiene ganado el corazón:
“Confío en Ti… Soy la esposa de tu Corazón… Mi voluntad desaparece en la tuya, en el anhelo del cumplimiento de tus adorables designios… Ahora me conduces entre sombras…, quieres el ciego abandono de quien ama con locura. Sí, Amado mío, estoy contenta de todo…, condúceme como quieras, divino lazarillo. Soy tu ciega enamorada.”
En la hora de búsqueda, María, la Madre de Jesús, es aclamada filialmente:
“Madre mía, dirige mis caminos… No tengo otro anhelo, lo sabes, que ser toda de Jesús…, toda y como más le glorifique.”
La situación pudiera ser propicia para el desaliento. En cambio, María de Dios la aprovecha para afianzar sus propósitos:
“María, mi Madre encantadora, ¿qué momento mejor de renovar mi entrega? Reina y Señora mía, te amo, te amo, en Ti confío, a Ti me abandono, en Ti reposo, purísima Madre…
A la vez que acude a la oración, en súplica de auxilio que viene de lo alto, María de Dios busca la palabra humana que pueda serle portadora de la voz de Dios. Por eso, después de unos meses de obligada atención a su salud, hace conocer a su confesor, Padre Cipriano Asensio, agustino, y al Obispo de León, Padre Carmelo Ballester, el proyecto que lleva desde hace años en su alma. No sabe si el juicio de estos hombres será favorable o adverso. Cualquiera que sea, tendrá para ella fuerza iluminadora, pues sabe que Dios suele manifestarse por signos externos y por caminos de prudencia.
El dictamen de ambos fue favorable. Aquellos hombres, conocedores de los caminos del espíritu, entendieron que en los ideales de la carmelita andaba metido Dios. Había que estimularlos para su ejecución.
En León inicialmente, y más tarde Madrid, fueron lugares pensados para el inicio de la obra. Pues ni Madrid ni León la verían finalmente nacer. El Vicario General de Madrid, don Casimiro Morcillo, orientó a nuestra protagonista hacia Ávila.
Tras las primeras entrevistas con el Obispo abulense, don Santos Moro Briz y los siguientes encuentros y comunicaciones epistolares, el 2 de julio, fiesta litúrgica, de la Visitación de la Santísima Virgen, el Prelado de Ávila acepta el proyecto de fundación de “Cháritas”, como pía unión de derecho diocesano en Ávila. La erección canónica vendría medio año más tarde, el 31 de enero de 1942. Allí llegó María de Dios, un 29 de julio.
Es tiempo de espera paciente; también tiempo de sementera de las ideas que arden en el corazón. María de Dios siente necesidad de comunicar su propósito a quienes a ella se acercan. No se trata de forzar voluntades, sino de hablar desde la abundancia interior. Dios puede hacer germinar esta siembra humilde en otros corazones. (Continuará…)