Casi cinco meses duró el retiro en la Serrada. Como ensayo de la vida proyectada podía servir; pero seguramente no para una irradiación que pudiera suscitar voluntades de seguimiento. Lo entendió así el Obispo diocesano. Y la providencia de Dios dejóse sentir en la posibilidad surgida de adquirir en alquiler una casita en la zona sureste de la ciudad, en la calle Fivasa, número 2. La coincidencia con fecha mariana tampoco faltó en ésta, como en tantas ocasiones de la vida de María de Dios. Entraban en la nueva residencia el día 31 de octubre de 1942, el día mismo en que su Santidad Pío XII consagraba el mundo al Inmaculado Corazón de María. Cuando conocieron la coincidencia alabaron a Dios y experimentaron la caricia de la Madre del señor.
Nueva casa, nuevas dificultades. Las inquilinas eran tan ricas en fervores espirituales como escasas en recursos económicos. Y los meses llegaban a su final con la urgencia del pago del alquiler. La asistencia providencial no libera las estrecheces, aunque va proporcionando lo indispensable. ¿Lo indispensable? Harto estrecha era la medida para no estimar que lo indispensable era más amplio.
La preocupación máxima de los primeros días era acomodar una habitación para capilla. Era aceptada la penuria para la vida personal; para el Señor se deseaba, ya que no era posible riqueza, al menos sobriedad decorosa. Llegan ofertas: una mesa de altar, del párroco de Santiago, don Victoriano Almarza; cáliz, copón y ornamentos, de parte de la señora Marquesa de Arenas e hijas, amigas fieles y permanentes de “Cháritas”. El 26 de noviembre, víspera de la Virgen Milagrosa, fue celebrada por el Obispo don Santos la misa inaugural. Precedió, de la parte de las dos moradoras, una vigilia prolongada por muchas horas de la noche, más que para disponer el recinto, para afervorar los espíritus ante la próxima llegada de Jesús, el Señor, a morar junto a ellas. El relato del acontecimiento tiene la brevedad de las expresiones hondas, enemigas de las muchas palabras: “Nuestra primera capilla. Santa Misa, nuestro venerado Prelado; 26 de noviembre del 42. ¡Jesús con nosotras!”.
La presencia de Jesús en el Sagrario era alivio para los espíritus, mas no evitaba prodigiosamente la crueldad del inmediato invierno en Ávila. Tratar de vencer al frío con voluntad, sin atemperarlo, resulta imposible intento. Bien lo sabía el Prelado, temeroso del daño inevitable de un clima duro prolongado por muchos meses. A ellas les recomienda: “Pongan, pongan algo de calor”. A otras personas les comunicaba sus temores: “Se me mueren, se me mueren”.
En la casa mínima se observaba la vida conventual, cual si se tratara de una comunidad numerosa, conjugando oración y trabajo. El sueño era interrumpido a medianoche o muy de madrugada para dirigir al Señor la oración litúrgica del “Oficio Divino”. Los vecinos del piso inferior, en vez de queja, manifestaban la devoción sentida al oír la sosegada y suave recitación de la salmodia en el silencio de la noche. Con todo, surgía la pregunta: ¿será prudente romper el descanso de los buenos vecinos?
La crónica de la casa registra con relieve particular unas cuantas fechas de esta etapa inaugural: 24 de enero, fiesta entonces de María Reina de la Paz, día en que Madre y Hermana hacen su consagración al Inmaculado Corazón de María; 31 de enero, erección canónica de “Pía Unión Cháritas” en la Catedral, junto a la Virgen de la Caridad, la imagen venerada por haber acudido a ella Santa Teresa de Jesús al quedar huérfana de madre, a los doce años de edad; Jueves Santo, con llegada del primer cáliz; 13 de mayo, en que se recibe la custodia para la exposición del Santísimo; 27 de junio, fiesta de María, Madre del perpetuo Socorro, inicio de la exposición diaria del Santísimo durante dos horas.
La casa de Fivasa,2, buena fue para comenzar, no para permanecer. La independencia y las posibilidades de dar acogida a otras previsibles y deseadas vocaciones urgían a la búsqueda de nueva morada. Bien cerca, en el paseo de San Roque, habían visto varias veces un par de viviendas unifamiliares contiguas. Surgió la ilusión: “Si encontráramos una casa así…”.
A los pocos días les llega la noticia de que ambas casas están puestas en venta. ¡Las dos! Los cálculos fáciles sobre los recursos llevaron pronto a la conclusión de que era imposible pensar en la adquisición de las dos casas; bastante audacia era decidirse a comprar una. El 24 de noviembre quedó cerrado el contrato de compraventa y firmada la escritura.
Enseguida están Madre y Hermana atareadas en el acomodo mínimo de la casa, sobre todo de la futura capilla. Hay prisa, porque el día de la Inmaculada está muy próximo y es propósito decidido celebrar allí la fiesta mariana…
El día 7 de diciembre de 1943, a las nueve de la bien entrada noche, una campanilla va anunciando por el paseo de San Roque el traslado procesional del Santísimo Sacramento desde Fivasa a la nueva capilla; las candelas encendidas en manos de un grupito de personas rompen un tanto la obscuridad. A la devoción de los participantes en el sencillo acto se unen las emocionantes lágrimas del antiguo poseedor del inmueble por verlo convertido en morada del Señor y en “convento” de religiosas.
Aquella fiesta de la Inmaculada inauguraba con su misa el primer cenáculo eucarístico de la Obra incipiente. Allí comenzaba a vivirse con proyección más pública una nueva expresión de la actividad del Espíritu de la Iglesia, al mismo tiempo que una nueva oferta de vida evangélica a quienes puedan sentir el impulso de aceptarla.
Ante el hecho de una nueva forma de vida de consagración religiosa fácilmente brota la pregunta de su significación, o mejor aún, de la novedad que supone en la pluriforme riqueza de la Iglesia. ¿La Pía Unión Cháritas ofrece características que puedan singularizarla en la multiplicidad de formas de vida religiosa ya existentes?
Es claro que si se tratara de buscar una espiritualidad “original”, habría que desistir del empeño. Porque la radical originalidad de la espiritualidad cristiana es el seguimiento de Cristo. A Él como referencia última han de dirigirse las variadas expresiones de la perfección cristiana.
Por eso la Pía Unión Cháritas surge como un camino de acercamiento a Cristo. El nombre mismo de la Institución declara a la caridad como lema, programa y aspiración; todo ejercicio de las demás virtudes evangélicas y toda exigencia ascética deberán estar ungidas de caridad teologal.
(Continuará…)