
Sin dejarse vencer por las limitaciones de sus constantes enfermedades, María de Dios prodiga su actividad en el quehacer ordinario de la casa, en el cumplimiento exacto de la vida reglada conventual, o en la atención reclamada por los que se inician en el espíritu de la obra.
La casita-convento va estrenando la experiencia de vida que espera prolongarse en nuevos miembros de la Institución. Los fundamentos han de ser firmes, calculados para la obra proyectada, aunque ésta haya de edificarse con lentitud; no es posible esperar a que la obra sea voluminosa para calcular entonces la cimentación. Es decir, María de Dios inauguró allí la vida de “Cháritas” con la m isma intensidad que esperaba ver consolidad en el tiempo futuro de la institución nacida, sin sentirse coartada por el exiguo número de las componentes de la comunidad inicial. Por eso no espero a tener a esta crecida con la incorporación de nuevos miembros para vivir generosamente el programa anhelado. El esfuerzo, como se comprende, constituía un sacrificio rayano en lo heroico.
En la estima de Madre de Dios hacia todo cuanto la Iglesia perteneciera, ocupa un lugar destacado el amor al Carmelo teresiano. Los años transcurridos en él no fueron nunca olvidados. Aunque los lazos de pertenencia jurídica a la Orden carmelitana hubieran quedado disueltos, no se quebraron nunca los afectivos. Bebió su espiritualidad monástica en hontanares tan limpios tan abundantes como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Santa Teresa del niño Jesús. La relación espiritual con esta última ha quedado ya subrayada. En verdad, la enseñanza y la vida de Santa francesa son acordes con la reciedumbre de los santos castellanos: cambia la envoltura, mas no el mensaje.
La relación con el convento de Granada fue mantenida a lo largo de los años con mutuo afecto. Por ambas partes hubo pronto la aceptación pacífica de los hechos, como caminos brindados por la Providencia. Sin detenerse en la corteza de los acontecimientos, por allí se reconoció el paso del Señor. Quienes carecieron de ojos iluminados para percibirlo continuaron con palabras y palabras, en empeño inútil de que sirvieran de razones. Sin saberlo, ellos también fueron tundidores y lejía de batanero para acabar el paño tejido por Dios. El perdone su ceguedad y les premie el bien no pretendido.
(Continuará…)