Nos vamos hasta Andalucía, nuestra querida protagonista, ingresa en el Carmelo de la Sagrada Familia de Ogíjares (Granada), el 21 de diciembre de 1930. Por ser religiosa profesa queda exenta de los meses de postulantado, y antes de finalizar el mes de enero del año 1931, comenzaba los ejercicios espirituales para recibir el Santo Hábito, cuya fecha estaba fijada para el 6 de febrero.
Desde aquel memorable día de su toma de hábito, adoptará el nombre de María de Dios. María, símbolo de la pureza de Dios, de la infinita Caridad. A este precioso nombre, añadió el pseudónimo de “Laetitia” (Alegría), pues ella decía que si su primer nombre era María, Dios, es lo mismo que decir “Alegría de Dios”, y segundo, porque Alegría es la mayor elevación, la mayor donación en el Amor.
El ejemplo de las hermanas y su condición de carmelita, la estimulaban cada día, acrecentando el fervor en sus deseos de santidad. Según ella, sentía mayor necesidad de santificarse; era felicísima en su desierto del Carmelo.
Ese mismo año, 1931, la situación política en España obligó a la hermana María de Dios, tras muchas odiseas y peligros, a refugiarse en casa de su hermana Candelas, en Madrid, mientras gestionaba su ingreso en un Carmelo de Francia, concretamente en el Monasterio de Nogent, pero tanto se demoraba el mismo, que su director espiritual, el Monseñor Tedeschini, solicita su ingreso en el Carmelo de Tre Madonne (Italia).
El 12 de julio llegaba María de Dios a Roma, su entrada estaba fijada para el día 16, festividad de la Reina del Carmelo: La Santísima Virgen del Carmen. Su débil salud queda profundamente resentida, y María de Dios no llega a ingresar en el monasterio.
El Padre Larrañaga, jesuíta, fue ayuda providencial en estos momento, gestiono nuevamente con el Carmelo de Nogent (París), el ingreso de María de Dios, la contestación esta vez si fue rápida y por fin, puede continuar su vida de carmelita.
El 30 de marzo del año 1932, a instancias de sus hermanas que la reclaman para su comunidad de origen, regresa a su querida casa de la Sagrada Familia de Ogíjares, (Granada).
“El amor encierra todas las vocaciones, comprende todos los tiempos y lugares. ¡Mi vocación es el amor! ¡En el corazón de mi madre la Iglesia, seré el amor! Así lo seré todo y quedarán realizados mis ensueños”. (M. María de Dios)