Cierto día, dos pastores disputaban sobre quién amaba más a sus ovejas.
Uno de ellos, como último recurso para alzarse con la victoria dijo a su compañero:
-Tú no puedes ser mejor pastor que yo. Te vi el otro día como dejabas tu rebaño en el aprisco, para ir a buscar a la ovejita negra, la “pancipelá”. Deberías estar acostumbrado a la idea de que tarde o temprano, se alejará de ti.
Una sonrisa fue la primera respuesta, no de condescendencia, no de superioridad. Aquella sonrisa amaba por todos lados. Amaba a todas las ovejas y amaba a todos los pastores.
-Es precisamente el salir del aprisco, lo que me hace pastor. El verdadero pastor ama tanto a sus ovejas que no puede vivir sin ninguna de ellas. No voy a recorrer la gran montaña y arrastrarla para que vuelva. Voy por si está herida, voy por si tan lejos, la niebla me impide escuchar su voz. Voy además porque, aunque no me lo ha pedido, llevo aceite para sus heridas, y solo una palabra: Ven.
Ninguna de las veces en que la has visto regresar vino a la fuerza, si venía sobre mis hombros era porque quería descansar en mí. Un buen pastor sabe cuando dejar el regazo libre para la oveja que sufre, incluso dejar de dormir para asegurarle que no está sola. El buen pastor se ha enamorado de todas las ovejas, aunque el amor no sea correspondido.
No soy pastor para quedarme quieto y seguro, lo soy realmente, si al final de la jornada, cuando el candil alumbra la puerta del hogar común listo para descansar como el rebaño, al recuento, echo en falta a cualquiera de ellas. Lo soy cuando sin preguntarme el rédito, o amilanarme ante el peligro de los lobos, salgo corriendo. Portazo a la puerta, ellas dentro están seguras; mil kilómetros por hora bajo mis pies. Cada segundo es una oportunidad de encontrarla. Si ella desea tanto como yo ese encuentro, la encontraré. No pararé hasta encontrarla. No sé lo qué crees, pero es esto para mí, es ser pastor.
Cuentan que dos pastores discutían, cuentan también que el buen pastor se alzó con la victoria de la disputa, pues existe un arma invencible: el amor, y amor, arriesga.