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JESÚS vuelve a hacer resonar en el corazón de todo el que quiera oírlo, las mismas palabras que dirigió a la samaritana: `Dame de beber´ o sus últimas palabras en la Cruz: `Tengo sed´ . Era sed material y también espiritual la que Jesús sentía. Nos lo dice muy bien el Papa Francisco: “Aquella de Jesús era una sed no tanto de agua, sino de encontrar un alma sedienta. Jesús tenía necesidad de encontrar a la samaritana para abrirle el corazón: le pide de beber para poner en evidencia la sed que había en ella misma. La mujer queda tocada por este encuentro: dirige a Jesús aquellas preguntas profundas que todos tenemos dentro, pero que muchas veces ignoramos. ¡También nosotros tenemos tantas preguntas para hacer, pero no encontramos el coraje de dirigirlas a Jesús! Es oportuno mirarse adentro, para ver surgir nuestros deseos espirituales más verdaderos y pedir la ayuda del Señor en la oración.

El ejemplo de la samaritana nos invita a expresarnos así, “dame de esa agua así no tendré más sed. El Señor, aquel que pide de beber, también es quien da de beber” También Madre María de Dios lleva muy dentro de su corazón este grito de Jesús, que ella sintió en la presencia eucarística como una especial llamada a saciarla en el Divino Sacramento: “…También Jesús está sediento. `Tengo sed´ es su clamor desde la Cruz y la Hostia como lo fue junto al pozo de Jacob, pero su sed es mística, su sed no es de agua material, es sed del agua del amor de sus criaturas y por eso esa sed divina se mitiga con fuego de divino amor ardiendo en nuestros pobres corazones, que Él ama con pasión divina y ansía ser así correspondido.”

Efectivamente, para tener una relación plena con Jesús, no solo hay que pedir, sino que hay que dar y darse. Tiene que ser ese amor correspondido, que crece en la medida de la entrega hasta el encuentro pleno… El amor cura las heridas. Por eso la vida de Madre María de Dios sintió este grito de Jesús: “Esposa mía, ¡tengo sed! Sed de almas… sed de almas de amor ¡Tengo… tanta sed! La Madre santa Teresa de Calcuta escuchó este mismo grito de Jesús; ella en sus pobres, pero al fin siempre salido del mismo Corazón que les tenía enamoradas: “TENGO SED DE TI. Sí, esa es la única manera en que apenas puedo empezar a describir mi amor. TENGO SED DE TI. Tengo sed de amarte y de que tú me ames. Tan precioso eres para mí que TENGO SED DE TI. Ven a Mí y llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te haré una nueva creación y te daré la paz aún en tus pruebas. TENGO SED DE TI. Nunca debes dudar de Mi Misericordia, de mi deseo de perdonarte, de Mi anhelo por bendecirte y vivir Mi vida en tí, y de que te acepto sin importar lo que hayas hecho. TENGO SED DE TI. Si te sientes de poco valor a los ojos del mundo, no importa. No hay nadie que me interese más en todo el mundo que tú. TENGO SED DE TI. Ábrete a Mí, ven a Mí, ten sed de Mí, dame tu vida. Yo te probaré qué valioso eres para Mi Corazón.”

Nos es comúnmente fácil de entender calmar la sed de Jesús en los pobres y necesitados, en los enfermos y en los que sufren, pero lo característico del espíritu de Madre María de Dios, es que ella escuchó ese llamamiento desde el Sacramento adorable. Es ahí donde ella quiere derramarse dando todo el amor que es posible a la humana criatura para compensar el olvido en que vive Jesús en tantos sagrarios del mundo. De ahí que su Obra se caracterice por la adoración permanente de Jesús Eucaristía y que toda su vida gire de continuo hacia este Amor tan olvidado y tan ultrajado con desprecios y sacrilegios; aún de los llamados católicos que no valoran el amor que Jesús nos muestra permaneciendo día tras día, año tras año oculto en el sagrario, en la mayor parte de los sagrarios solo y olvidado…. Y lo que es más triste e incomprensible es que se niega su presencia real y permanente. Como no se comprende tanto amor, es más fácil negarlo, así somos. Ya lo decía San Agustín: “Si crees lo que te gusta del Evangelio, pero rechazas lo que no te gusta de él, no crees en el evangelio sino en ti.” Se hace preciso ser testimonios vivos de lo que creemos, para poder contrarrestar tanta incoherencia. En el viaje del Papa Francisco a Mongolia testimoniaba un católico: “No tenemos muchos libros de catequesis en nuestra lengua, pero tenemos muchos misioneros que son libros vivientes” Demos sin cansarnos testimonio a nuestros hermanos, de la alegría del encuentro con Jesús y las maravillas de su amor. Pero primero experimentémoslo siendo asiduos visitadores de Jesús en sus sagrarios. Pidámosle a la Virgen que nos enseñe a adorarlo y amarlo como Ella lo hacía en la tierra y lo sigue haciendo ahora desde el Cielo. Que nos alcance llegar a la auténtica felicidad que no se consigue sino a través de una fidelidad exigente. Así fue su vida entera, no pensaba en Ella sino en hacer siempre la voluntad de Dios, aunque no la entendiese, aunque le resultase extremadamente duro…

CHARITAS

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