Como María al pie de la Cruz, unimos nuestra vida hecha oración a Jesús Crucificado. Nuestros dolores unidos a los suyos completan y actualizan cada día la obra de redención. No aspiramos más que estar así, de rodillas ante el tabernáculo. Más que una postura física, adorar al Señor de rodillas significa fiarle tus cosas, sabiendo que en sus manos están bien.
Qué alegría es vivir en un cántico de amor,
Qué alegría es vivir para el Cielo y para Dios.
No busques felicidad en lo que no sea eterno,
búscalo en la caridad, la paz y la santidad.
No es la tierra tu morada, es tan sólo tu camino.
Levanta pues la mirada al lugar de tu destino.
(M. María de Dios)
Ni lo alto ni lo profundo nos distraen de nuestra dulce ocupación, mirarle y dejar que Él, con su mirada de Dios y hombre, nos mire. De tantos momentos y tantos cruces de mirada todo se ilumina, como si la vida estuviera incompleta sin Él, descubres los horizontes que antes ocultaban tus miedos y en su corazón, océano de misericordia eterna, echas tus redes y te dejas llevar conquistando el universo a tu paso con la fuerza de la oración. Esa es nuestra vocación, ser savia fresca que renueve en el corazón de la Iglesia el mandamiento nuevo del Amor.