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A Jesús o a nosotros. Esperamos en casi todos los ámbitos de nuestra vida. Pero no aprendemos a esperar en Jesús. ¿Queremos que siempre se cumpla “Su voluntad” o siempre la nuestra?. Es importante responder a esta pregunta porque de esta respuesta depende el sentido que demos a todo en nuestros día a día. Si esperamos a Jesús, si en este Adviento, es Él lo que más importan, todo, absolutamente todo nos hablará de Él, de su trato de amor con y para nosotros. Si en cambio esperamos ver cumplidas nuestras espectativas, deseos, planes…. todo nos parecerá poco y entraremos en el blucle interminable de buscar una perfección que no existe fuera de Dios.

Lo sé, a veces puede parecer frustrante encontrarnos con la realidad. Dios no puede ser manejado como se maneja una marioneta. Dios es Dios. Pero aparte de esto, un reto que nos plantea esta verdad de fe, es que tampoco está para cumplir fielmente cada uno de nuestros caprichos. Cuando esto no ocurre, casi siempre nos enfadamos, demostrando una fe inmadura y algo de egoismo. Dios no es una predicción, ni un esquema, no es una ecuación exacata. Dios es Dios, y no promete el camino color de rosas que nos enseñaron los cuentos de Disney y que en la vida real están tan lejos de ser algo factible, alcanzable. Dios promete encontrarse con nosotros en el camino y caminar, esperarnos para renovar nuestras fuerzas al calor de la Eucaristía. Esta compañía, alienta todo deseo real de superarse en todos los ámbitos de la vida. Pero para ellos, hemos de esperar a, en y para Dios. En este Adviento te deseamos una gozosa espera, una espera que solo en el encuentro con Jesús alcance su meta y su propósito.