
¡Dios inmenso, infinito… mi Dios amor oculto en mi Hostia pequeñita, en esa Hostia pura, santa, inmaculada, donde te escondes para que no me deslumbre al acercarme a Ti!
Hostia mía, Sacramento de piedad, que es ternura, que es relación de amor en simple intimidad suave y amorosa… déjame acercarme a Ti mucho, mucho y… aún mejor, ven, entra penétrame y dame, dame con misericordioso amor la inteligencia de tu Amor Misericordioso…
Ilumíname y… abrásame… Sin Ti nada puedo… arrebátame, hazme tu presa y déjame perdida en el abismo de tu misterio, del misterio de tu Infinita Caridad… «Pedid» nos dices… pues óyeme, yo te pido y espero recibir tu luz y amor.
«Omnia in sapiencia fecisti» (Todo lo has hecho con sabiduría) te cantó David, tu amado; pues deja que tu pequeña amada te diga, aunque no se si bien expresado «Omnia `in amore´ fecisti» (hiciste todo el amor)
Todas, todas tus obras ¡oh mi Dios Caridad! son «las obras del Amor».
No unas hojas de mi cuaderno, no un libro ni aún varios bastarían para cantar y cantar tus obras ¡Oh Amor!, pero dame, dame de tu luz para que en poco espacio deje escapar mi alma, mi corazón, vibraciones que me encienden y llenen el vivir de claridades, en contacto con estas tus magníficas obras:
«Obras, magníficas sí, del mundo material, Obras aún mayores del orden intelectual, Obras casi divinas del orden espiritual, bellezas y maravillas innegables…
Yo no se como expresar mi sentir, Amado mío, aún solo contemplando de tus obras maravillosas las inferiores, es decir las del orden material.
¡Oh Amor Creador, cuya sabiduría amorosa me dio el ser… no solo me criaste, sino que lleno de ese amor infinito, creaste todas las estupendas obras de que vivo rodeada.
Aún cuando el hombre fue la corona de tus obras de la creación, san Ignacio dice primero «que fue criado el hombre», para añadir luego que las otras cosas fueron creadas para el hombre. ¡Amorosa delicadeza de tu Corazón de Padre, Dios mío, cuya ternura es más que de padre, de madre como nos lo enseñas en tus Libros Santos: «podrá la madre olvidarse de su hijito… yo no me olvidaré de ti». Madre María de Dios Molleda. Continuará.