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¡Oh Verbo adorado! Mi Amor-Jesús, no acabaría si no cortase (escribe sobre las obras de la creación) pues mi pobre corazón se deshace en Ti y sin embargo no hemos pasado de tus obras de orden material. Es verdad que son las únicas que perciben los sentidos, pero ¿qué decir de tus obras doblemente magnas del orden intelectual? ¿qué diré yo pobrecilla? … y sin embargo escribo, escribo, Tú quieres que escriba, el que en tu nombre me habla, me lo dice y mi pluma corre bajo tu mismo impulso. ¿Qué diré yo? Me parece oírte que se queda para doctores y letrados escribir con la cabeza, que tu pequeña debe escribir con el corazón abrasado… ¡Oh qué dicha! Con las chispas de tu fuego que pones en mi pluma, me encenderé más cada día y… ¡ojalá!… más tarde prendan y abrasen otros corazones. Amado mío, siento inmensos deseos de que seas conocido, de que todas las almas te amen con locura y te bendigan en la magnificencia de tus obras. Las ¡Obras del Amor!. Todos mis instantes, todos, quiero estar en ebullición de amor… hirviendo incesantemente. No son solo las hermosuras sensibles las que me invitan a cantarte; el mundo, mejor, la creación de orden intelectual, los seres racionales, inteligentes (aún prescindiendo del orden sobrenatural) es grandemente maravillosa y grandemente reveladora de tu Caridad infinita. ¡El alma, las almas! Cuando admiro las obras de la inteligencia humana ¿qué admiro sino la obra de tu Amor?. Esas potencias del alma ¡cómo hablan de Ti! Las maravillas de todo orden; medicina, arquitectura, mecánica…, revelan el valor de esa potencia del alma racional que es el entendimiento, aún la memoria que es la potencia menos brillante nos ofrece mucho que admirar de maravilloso… pero ¿qué diremos de las inspiraciones del genio? Esas esculturas que parece hablan, esas pinturas de tan hermoso colorido, esas combinaciones musicales de tan regalada armonía, esa voz modulada como por célico encanto… ¡Ah sí! Todo eso al ser obra del espíritu humano es Obra del Amor que le dotó de tan maravillosa perfección. Pero es pálido aún con toda su belleza ante la hermosura de la voluntad libre con que nos dotó el Amor, potencia maravillosa que aún en el orden natural y de que tratamos, forja héroes y hombres célebres de carácter. ¡Oh Amor, Amor! ¡Cuán magníficas son tus obras y como su contemplación me abrasa en tu mismo amor! Pero subamos, subamos…lleguemos al orden sobrenatural y… esto se que sí que es morir de gratitud. Más ¿podré yo pequeñuela ignorante hablar de tales maravillas?… Los sabios traten de ellas con la profundidad de la inteligencia, yo me reservo balbucear mis entusiasmos con simplicidad de niño, con el ardor del corazón amante. ¡El alma, las almas! Llamadas a la vida sobrenatural, a participar de la vida divina… Este sí que es el misterio de la infinita Caridad que enloquece… ¡La gracia! ¡la Iglesia! ¡los medios de santificación!… Este entendimiento capaz de ocuparse en Dios, esta memoria capaz de recordarle sin cesar y, sobre todo, esta voluntad capaz de amarle… Oh magnificencias de la vida sobrenatural… estas, estas son por excelencia las obras del Amor… y ¡qué Amor! Un Amor infinito, amorosísimo… inventando en su omnipotencia la manera de unirse o de que se una a El por amor su ínfima criaturilla. Pero aún no es esto todo, ¿y los ángeles? ¿y los santos? Héroes de su amor por la potencia de su espíritu, elevados al orden sobrenatural y fieles en sus caminos. ¿Y la Virgen María, nuestra Madre? ¿Y la Obra de las obras del Amor, la que ella sola habla más del amor que todas las otras, ¡la Obra de la Encarnación y Redención del género humano!. Pero esto he de ir saboreándolo todo a su paso con la inmensidad del amor que suponen, como invenciones que son de una Caridad infinita… Ahora vasta enumerar en parte esas obras de tu Amor, mi Divino amado y basta para abismarse en los sentimientos más profundos y santos que hacen terminar esta contemplación de las obras de tu Amor con un cántico de fuego, desfalleciendo abrasada por su mismo calor. Amor mío, Amor Creador que me estás oculto en la pequeñez de esa Hostia Pura, Santa, Inmaculada que es Centro de mis amores y locura de mi vida. Hostia mía adorable, Sacramento de Piedad, déjame desbordar ante Ti, las ansias que me consumen, las locuras de amor que se me escapan del corazón. Dios inmensamente grande, en exceso de caridad… hecho en la Hostia, inmensamente pequeño… esto sí que es la corona de tus obras… esta sí que es la Obra, la maravilla, el milagro del infinito Amor. ¿Qué puede, ni qué debe ser mi vida sino un amor siempre activo, que traduce en obras de sacrificio la ternura del afecto y la amorosa gratitud? Oh sí, te amo, te amo, Tú lo sabes todo, Amor mío y Tú sabes que te amo, que eres mi Único… que soy toda, toda, toda tuya. Pero mi sed de amor no dice basta… Dios mío, velado en el Sacramento de mis amores, Tú, el inmenso, el Artífice soberano de las obras del Amor… aquí en la Hostia, “Sacramento de Piedad” parece que se aviva la ternura, se atreve más el alma al sentirte tan cerca, tan pequeñito en apariencia, tan accesible… Oh Verbo-Adorado, mi Jesús-Amor… Verbo por quien todo se ha hecho, que inseparable en la Unidad de la Trinidad eres con el Padre y el Espíritu Santo, mi Jesús-Hostia… Escúchame, Amado mío, oye los suspiros y gemidos de mi amor insaciable y realiza en tu pequeñuela una de tus obras de Amor… haz en mi lo que de mi quieres, hazme Amor trasformada en ti mismo. Calma mi sed de calmar tu sed divina… Aquel “Sitio” (sed) que resonó en el calvario cuando morías “Crucificado por Amor” este “Sitio” que repites desde tus Hostias, Amor mío. Somos tus elegidas y esa es nuestra misión, como no es posible vivir sin respirar… así no debemos existir sin amar… el amor tiene que ser la respiración de nuestras almas. Amor traducido en obras de sacrificio, en la identidad con tu Voluntad Santísima, en una gratitud impregnada de ternura que mantenga el corazón constantemente vuelto hacia Ti. El amor enseña todo, el amor fortalece para todo, nos convertimos en cierto modo en lo que amamos porque el amado se adueña de nuestro ser, lo invade, lo domina. Amor mío, yo tu pequeñuela, y todas tus pequeñitas víctimas hemos de ser encendidas por Ti. Amor mío, Amor mío, mi alma no encuentra reposo fuera de Ti… Todos mis pensamientos, mis afectos, mi ser entero… todo, todo para Ti… ni aún respirar sino a impulsos de tu Amor… vivifícame poseyéndome y que sea mi obrar como mi cantar un ímpetu amoroso que cumple todos tus gustos, tus voluntades, tus designios… Sí, Jesús-Amor, mi Dios-Amor, la frase de tu enamorado Agustín me encanta “Ama y haz lo que quieras”. Pero vayamos aún más lejos: “déjate invadir por el amor, que el Amor te posea, te absorba, te transfigure y… ya será el Amor mismo, tu Dios-Amor quien obrará en ti todos sus quereres”… ¡Oh felicidad, oh felicidad!… Fiat- Fiat.       Madre María de Dios Molleda.

CHARITAS

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