Llegaban las primeras vocaciones con alegría y juventud, muchachas con buena formación cultural y cristiana atraídas por el espíritu de la nueva familia religiosa.
En muchas de ellas, se podía ver reflejada años antes la propia Madre María de Dios, que con sumo cariño las trataba, ayudándolas en el proceso de vida cristiana y en el discernimiento necesario para la libre y responsable elección. Nunca fue pretensión de la Madre coaccionar ni sustituir la voluntad de cada persona en las determinaciones. Ella debía ser la transmisora del espíritu distintivo de “Cháritas” desde el nacimiento de la obra, como ella sabía hacerlo, con mucho amor.
A la vez que la Institución abría sus puertas a las jóvenes que llegaban o en un futuro pudieran llegar para iniciar un camino hacia la vida consagrada, Madre María de Dios decidió establecer una “escuela apostólica” para que en ella, desde la niñez, recibieran educación católica intensa, a aquellas que mostrasen indicios y voluntad de posible vocación a la vida religiosa. La experiencia continuada manifestó el buen fruto de esta “escuela”, tanto en las vocaciones allí surgidas o consolidadas como en las niñas que determinaron salir de ella para vivir su vocación cristiana por otros caminos.
De allí salían formadas y educadas con un grato recuerdo de su estancia, muestra de ello eran las continuas visitas que se recibían.