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Adviento Hijas del Buen Pastor 2022

La oscuridad de Israel, las tinieblas en las que vagaban justo en el momento de encarnarse Jesús y venir a salvarnos, era Israel mismo. Cientos de años de observancia regular pero fría, les hacía sumirse en el letargo de aquellos que creen que se está mejor haciendo solo lo que hay que hacer.

Sin embargo la vida de Dios no se limita al buen comportamiento moral o religioso. La vida en Jesús es vida y por tanto compromete todo lo que somos, sin excepción ninguna. Israel sin embargo era “ni fu ni fa”. Parecía un volcán bullendo cada sábado en las sinanogas, pero sus intereses, los verdaderos intereses de una buena parte de Israel, se centraban en la búsqueda por todos los medios de la liberación de los romanos y el yugo dictador que suponía en términos de todo tipo de libertades. Si, esperaban al Mesías, pero para ellos era el “Gran libertador” y no el Dios amor que como oveja, sería llevada al matadero. Son conceptos que se contraponen en la mente del judío religioso de la época. Por eso al llegar Jesús, la historia sagrada, no hace más que darnos pista en los pequeños detalles que enmarcan su vida, y en especial su nacimiento.

Aquel gran libertador que esperaban, estaba llegando, pero la obstinación por conseguir al margen de Dios todo lo que anhelaban les cobraba factura. En consecuencia, Israel era cada vez más identitario, porque tenían claro (a veces demasiado claro) su condición de pueblo elegido, pero no habían captado el mensaje, la manifestación de su religiosidad se había enquistado en el hacer por hacer. Entonces ¿qué del corazón? Pues las descripciones de Jesús son claras: nido de víboras, sepulcros blanqueados, ladrones, hipócritas… y algunas otras cosas más.

Da tristeza ver el declive de Israel, sumido en un profundo y extenso catálogo de leyes impuestas. Todo estaba regulado, pero el corazón no tenía libertad para escuchar a Dios. Puede que de tanto hablar nosotros y sin escuchar, de tanto creernos justos, los oídos se nos cierren como los fariseos, y el corazón se endurezca.

Jesús tiene remedio para esos males, pero ellos no estaban preparados para aceptar al Rey en toda la hermosura de su humildad, y colapsan. Claro, pasa que,cuando no conseguimos la imagen o resultad que queremos, solemos colapsar. Es un signo de intolerancia a lo nuevo, de poca apertura al cambio, de insignificante capacidad para reestructurar el campo. No es un problema de Israel, sino del ser humano. Somos “tan listos” que a veces nos creemos que recorrer nuestros propios caminos nos llevarán a Él y no. Si quieres seguir a Jesús, es inevitable transitar por donde pisa y hacer camino con Él.

La oscuridad de Israel, ¡otra cosa más!, le hacía vivir cerrado a todo aquel que no oliera a filacterias y manuscritos del Talmud. Era casi irremediable, los extranjeros no eran elegidos como ellos. Esa falsísima percepción de superioridad les hacía muy pequeños y débiles para asumir la “misión”. Digamos que Israel debía ser el fermento en la masa, el rayo de luz que comenzase a iluminar con la verdad al mundo; en cambio, Israel se apropia de la verdad, se cierra en banda y se autoproclama “remanente” “pueblo justo” “linaje escogido… en fin, cierra las murallas y !Aquí no pasa nadie!. Ocurría siempre que se enquistaban ante la idea de que Dios quería abrazar en Israel a toda la humanidad, y que desde Israel debía extenderse la salvación a todo la Tierra.

Pero aquella oscuridad de Israel pesaba. Habían hombres y mujeres según el corazón de Dios, claro que si, pero aún ellos debían despojarse del hombre viejo, atado a las tradiciones y entregare por entero, al Espíritu Santo que susurraba nuevos caminos y señalaba al Mesías como la única oportunidad de consecución de sus aspiraciones.

La oscuridad era densa. Pero la luz tenía que nacer, así que en medio de otro tipo de oscuridad llena de luz, radiante e verdad, nacerá Jesús. Lo hará en las tinieblas de una noche atípica en la vida de sus padres: censo, viaje, establo… Podemos decir que nunca una noche fue tan clara, tan brillante y llena de esperanza. Y en tanta desazón humana, comienza a vivir la RAZÓN cierta entre nosotros.

CHARITAS

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