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Tras una año de espera prudente, impuesta por Monseñor Tedeschino, convencido este de que la llamada era de Dios y no de deseos propiamente humanos, concede el permiso a la Madre para pasar de las Damas Catequistas, donde era tan feliz, al Carmelo de Ogíjares, Granada. María de Dios comienza a vivir bajo la protección de la Virgen del Carmelo.

Por ser religiosa profesa, no se le hace pasar nuevamente por el postulantado. Poco antes de finalizar enero de 1931 comienza los Ejercicios Espirituales que le prepararán para su toma de hábito. La propuesta es el 6 de febrero.

Escribe:

“Magnificat. ¡Dios míos, mis primeras palabras escritas en este libro de impresiones bajo el hábito carmelitano! No he podido escribir estos días de tantas y profundas emociones…

Siento tu mano dirigiendo mis caminos… ¡Oh qué dulce es abandonarse en Ti…! Descansa, Amado mío en la hostia pequeñita, tu María de Dios, holocausto de y para tu Reinado de amor”

“¡Ya soy carmelita, Magnificat!

Desde este día, pasa a llamarse María de Dios.

“MARÍA, símbolo de la PUREZA DE DIOS, de la Infinidad de la Caridad.

Nombre que encierra en si la santidad,

no hay otro que le iguale en su belleza.

Tengo en él mi camino bien trazado:

Corazón puro, humilde, enamorado,

corazón en vos mismo transformado

a imitación de aquel Inmaculado

de la que fue en verdad… ¡MARÍA DE DIOS!

Monseñor no pudo presidir la ceremonia, aunque mandó sus felicitaciones.

Bajo el hábito carmelitano, se vuelve más mariana. María lo es todo en el Carmelo y para una carmelita es el modelo más perfecto después de Jesús.

Vuelve a escribir:

“Siento mayor necesidad de santificarme; la Iglesia necesita Santos, y una Carmelita, para llenar su vocación, tiene que ser completamente santa. El deseo de amarte locamente me abrasa.

Soy felicísima en mi desierto del Carmelo; toma, Jesús, mi vida en holocausto de amor y saca de ella tu gozo y tu gloria”.

En 1931, la República comienza a tomar un tinte amenazante para los monasterios, las carmelitas donde está nuestra Madre viviendo tan feliz, como tantas otras tiene que dejar su monasterio. Con muchas vicisitudes llega a Madrid huyendo. Mientras gestiona su entrada en un Carmelo en Nogent, Francia. Tardan tanto en responder que cambia de rumbo, hacia Roma, donde aceptan su entrada en el Carmelo de la TRE MADONNE. Pero no llega a entrar a causa de su salud que se quebranta. Dios siempre entreteje los hilos de la historia con una lógica que no llegamos a comprender hasta pasado un tiempo. Al final contestan de Nogent y la Madre continúa su vida de carmelita en el Carmelo francés. Esta vez, en 1932, es reclamada por sus hermanas de Ogíjares.

Ya en su palomar carmelitano, con ansias muy profundas de oración, silencio y sacrificio, la Madre vive entregada a su vocación. Pero el Señor no deja de pedirle cosas, así que en el corazón de la Madre, una buena planta acaba de nacer. Ella desea: Amar y hacer amar a Jesús, verle reinar.

Pero en este punto, no es de extrañar, que todo lo aprendido en el Carmelo, lo plasmara y probara la Madre en la fundación de nuestra Isntitución. Además  de por nacer en Ávila el proyecto fundacional de la Madre María de Dios, estamos muy unidas al Carmelo y ¿cómo no? Llevamos no solo el nombre de la Virgen en cada una de nosotras, sino mucho amor para Ella en el corazón y su escapulario, signo de predilección, prometiéndonos su protección ahora y en la hora de nuestra muerte. (Continuará)