“Es mi voluntad irrevocable ser toda tuya y hacerlo todo por tu amor".
¡Oasis de fuego!, ¿verdad que parece una contradicción?. El oasis es lugar de frescura y con fuentes que mitiguen la sed del desierto. No, no es contradicción; también Jesús está sediento. “Sitio” es su clamor desde la Cruz y la Hostia como lo fue junto al pozo de Jacob, pero su sed es mística, su sed no es de agua material, es sed del agua del amor de sus criaturas y, por eso, esa sed divina se mitiga con fuego de divino amor ardiendo en nuestros pobres corazones, que El ama con pasión divina y ansía ser así correspondido.
Por eso, las almas de Amor, las almas verdaderamente entregadas y consagradas a su Corazón, las almas que son fuego de amores, para El, son refrigerio…
Pero si un alma no solamente es fuego, sino fuego tal que todo en ella es amor… entonces es Oasis de fuego, es el lugar bendito de las místicas delicias, del reposo y los encantos, del verdadero refrigerio del Corazón amantísimo de nuestro Jesús.
¡Oasis de El! ¡qué dicha y qué dulzura!. Busca el amor entre sus criaturas y “¡el Amor no es amado!”; llega, digámoslo así, fatigado y sediento a través del desierto y al fin encuentra un alma toda fuego de su amor, ¡un oasis! y allí, entonces se detiene, se recrea, se goza, se compensa…
Pues esto busca El y esto hemos de ser todas sus almitas escogidas en medio del desierto, cada una un oasis para El…
¡Alma de amor! ¡Oasis de fuego! esa es la plena consagración al Corazón Sacratísimo de nuestro Amor Jesús. ¡Oh! cómo el alma que es fuego se le entrega y se abisma en El, que es el Fuego soberano para llamear y arder aún más con llamas divinas. ¡Oh! cómo el alma en este estado para El sólo vive, y su vida es El mismo…
¡Alma de amor! ¿para qué puede ya existir sino para “no servirse de ninguna parte de su ser sino para amarle, honrarle, glorificarle, complacerle, hacerle reinar?”
Tal he de estar el alma así consagrada; divinamente poseída de esa única preocupación que es propia del corazón enamorado para quien todo carece de importancia y apenas presta atención, absorbida por el Amado y los intereses del Amado.
La esposa de su Corazón, en todos los momentos, se ocupa de el; por todos los medios se afana para darle amor y procurar que sea inmensamente amado, que de todos reciba honor y gloria, que todos le den gusto, que el Reino de su Corazón doquiera impere.
De esto se ocupa en su oración, esto procura en su actuación, esto se propone con sus ejemplos, con sus palabras, con sus sufrimientos, hasta con sus goces, con todo su ser y obrar, porque El y lo suyo es su Todo y es su Vida.
¡Qué dolor para el alma consagrada que es toda de El, palpar la realidad de que “El Amor no es amado”!… No, no es amado y por eso no es obedecido; por eso, porque no es El verdaderamente el amor de los hombres, los hombres que a El no aman no saben amarse entre sí, y en vez del Reinado de su Caridad divina que, a través de las vicisitudes de la vida, convertiría el destierro en antesala del Cielo, se vive del reinado del egoísmo, del placer y de todas las pasiones que de ellos desbordan convirtiéndose la tierra en un comienzo, no ya del purgatorio, del mismo infierno.
El dolor de que el Amor no es amado, ni obedecido, se clava en el alma de amor, enciende su celo, aviva su fervor y ni vive ni sueña sino para ser celadora del amor y compensación consoladora de sus olvidos, su oasis… ¡Ah!, esto la compensa a su vez aquella pena y volviéndose toda amor para El se vuelve por serle toda alegría, alegría desbordante de ser su alegría… y queda hecha un completo holocausto, pero holocausto de gozoso amor… viviente Aleluya…
Y el alma canta en su corazón dichosamente loca enamorada el cántico de su Confidente, de su esposa-apóstol Margarita Mª:
“Es mi voluntad irrevocable ser toda tuya y hacerlo todo por tu amor, renunciando de todo corazón a cuanto pudiera desagradarte”.
Escritos íntimos de Madre María de Dios, nuestra fundadora