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Para mí, la Oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio del sufrimiento como en medio de la alegría.

SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS
Una pregunta con una respuesta principal y mil complementarias. Según lo que Dios infundió a Ntra. Fundadora y Obra, quiso que tuviéramos por patrona especial a Santa Teresita. En su tiempo, pocas apostaban por verla en los altares dentro de su comunidad, joven y a la vez tan firme en su resolución de servir al Señor, sin embargo no les parecía que tuviese nada especial. Es fácil que a ojos humanos, pasen por altos los verdaderos derroteros de la santidad. Pero volviendo a lo que tenemos en común, es simple. Lo principal en común es Jesús, ese deseo ardiente de amarlo y hacerlo amar. Somos con ella, enamoradas de Jesús Eucaristía al que entregamos toda la vida, como holocausto.

Esa capacidad para vivir la santidad de forma tan discreta es un Don del Cielo. El afán natural del ser humano es «hacer y luego ser». Como sin los logros alcanzados en el plano terreno, fueran galardones que nos titulan como ganadores, triunfadores, etc. Sta. Teresita centró todas sus fuerzas en «ser». No a los ojos de nadie, sino solo y sobre todo a los de Dios. Gastando su vida en sacrificio de AMOR. Decía: «El amor todo lo puede: las cosas más imposibles no le parecen difíciles. Jesús no mira tanto la grandeza de las obras, ni siquiera su dificultad, sino el amor con que tales obras se hacen…».

Al final, nuestra vida es vivir ese único AMOR en dos dimensiones, ambas complementarias, sin incongruencias ni fisuras. Amamos sobre todo a Dios y en Él, principio del AMOR, a todos los demás seres, humanos y no humanos. Todos formamos parte de este canto maravilloso que es la Creación, por la que damos gracias todos los días, nuestra propia vida la vivimos como regalo, milagro, don…

Santa Teresita, no quiso guardarse para sí, todo lo que había conocido y recibido de Dios. Aparente contradicción si pensamos que muy joven entró en un monasterio carmelita para vivir una vida pobre, austera y obediente, oculta a lo ojos de la mayoría de las personas de su propia ciudad. Sin embargo, compatibilizó sus anhelos de misión con la forma más universal de hacerlo: LA ORACIÓN. Claro que es un elemento que hoy suele pasar por alto la sociedad, un recurso del cristiano, fuerte y con respaldo divino. Orar es abrir el corazón y junto a Dios, pensar un horizonte nuevo, mejor…no solo para nosotros mismo, sino sobre todo para los hermanos.

Para la próxima, hablaremos de su amor a la Virgen Santísima, algo que también nos une e identifica.