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En este tiempo dedicado de forma especial a la veneración del Santo Patriarca San José, nosotras le vemos como un ejemplo de contemplativo. De todos es sabido que nuestra Institución tiene un fuerte componente contemplativo. Además de las oraciones corales propias de todas las congregaciones y órdenes nuestra vida tiene un eje fuerte e inamovible, la adoración a Jesús Eucaristía.

Si tenemos en cuenta que Santa María Virgen, fue el primer Sagrario, San José después de ella, es el primer adorador eucarístico. Adoró al Niño Dios en ese vaso y receptáculo inmaculado que es María Santísima.

San José reúne en sí todas las características y actitudes de un verdadero adorador.

1- El adorador, no es el que constantemente pregona su acto de adoración. Es más bien el que aprende a encontrar al Señor en el silencio, a interpretar ese silencio y convertirlo en opciones, vías, caminos válidos para vivir la fe.

2- El adorador no es el que dice que vive de acuerdo a la voluntad de Dios, sino el que en efecto, vive impregnado de esa voluntad, quien la acepta venga como venga. ¡Tiene en este punto tanto que decirnos! Mucho se habla del “Sí” de María y poco del de San José. Su vida se mimetiza hasta perderse con la voluntad de Aquel que lo llamó y es consecuente con ella hasta el final.

3- El adorador, no necesariamente tiene que tener un lugar reconocible, de hecho normalmente ni lo busca ni lo quiere. A veces para ceder el lugar a Dios, renuncia a un lugar, un lugar o puesto humanamente hablando. A veces prefiere quedarse en la retaguardia, custodiar, amar y proteger desde el silencio. Esto San José lo cumplió a rajatabla.

4- El adorador, no quiere vivir para cumplir planes. Dios es su plan y todo queda en el esfuerzo de encontrarse dentro de ese plan, cumplir aquel trozo que le compete y sumergirse, perderse en el océano infinito de Dios, desaparecer para que solo quede Él.

Un adorador, el mejor de los adoradores, fue ese carpintero de Nazaret oculto y silencioso, que dejó el protagonismo a los verdaderos protagonistas. Por eso de él en los Evangelios encontramos poco, lo necesario para vislumbrar su grandeza en medio de su ocultamiento.

Y pensándolo bien, si supiéramos hacer y vivir como él, el Señor estaría más presente en muchos, reinaría más en nuestras comunidades y sociedades. De todo lo que nos oculta nuestro egoísmo, algo importante es la posibilidad de amar y de adorar en espíritu y verdad. En eso San José es un adelantado. Cuando sentimos que en algo caemos, que nuestras fuerzas flaquean y nuestra mirada se separa de la meta, recurrimos a San José. Si le miramos bien, si nos dejamos enseñar, él es maestro de oración y vida interior, un especialista en apartarse para dar el lugar preeminente y único a Jesús. ¿Qué te parece?

 

CHARITAS

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