-Es que hay tanta fragilidad y poder en el Misterio. Decía una de las hermanas mientras miraba sin cansarse el Belén de la sala de recreo. ¿Por qué repite tanto la misma frase?
Con el tiempo comprendí que aquella hermanita, de diminuta estatura, menuda y rápida como ella sola, se había quedado enamorada para siempre del Niño Dios.
Dios vino a la tierra eso lo sabemos, pero aquel gesto sin precedentes se volvió la carta de su Reino. Un Reino que comenzó en una oscura noche de la historia e iluminó a todo el universo.
¿Cómo puede un Rey nacer en establo? ¿Cómo puede Dios querer compartir nuestra suerte? ¿Cómo es que aún no nos derretimos ante tanto amor?
Esas son las preguntas que os proponemos para esta semana, mientras reflexionamos sobre el texto del Domingo pasado, ese bello pasaje que nos habla de Dios, que se hace carne…
El Verbo hecho carne
1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
2 Este era en el principio con Dios.
3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
5 La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
9 Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Feliz semana