El 1 de noviembre, la iglesia católica celebra la festividad del Día de Todos los Santos en memoria de las personas que un día partieron, así como, la santidad de aquellas personas que han sido reconocidas como tal. Es un día en el que estar felices y ser agradecidos por la vida de tantísimos testigos que viviendo como Jesús, nos siguen animando. Estamos llamados a amar unidos a Cristo, compartiendo su propia vida sin necesidad de grandes virtudes o cualidades, esto significa que todos estamos llamados a la santidad, dejémonos entonces arrastrar, llevar y transmutar paso a paso por la gracia de Dios para crecer en la madurez de Cristo. No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados, el Espíritu Santo derrama santidad por todas y cada una de las partes de nuestro mundo. No es necesario estar consagrado, pues la santidad también está hecha para ti ya que estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día.
Rescatando unas palabras del Pápa Francisco: “La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia”. (Gaudete Et Exsultante 34)