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“Vivir de amor” ¿Es que acaso se puede vivir de otra forma?

No me imagino una vida sin amor, en eso estaremos más que convencidos casi todos. Entiendo que todos, sentimos y experimentamos en alguna medida el “amor”. Sin embargo, en las vísperas de la fiesta de Santa Teresita del Niño Jesús ella nos habla o nos introduce en el “Vivir de amor” de una forma casi desconocida, diferente.

“¡Vivir de amor, oh qué locura extraña -me dice el mundo-, cese ya tu canto! ¡No pierdas tus perfumes, no derroches tu vida, aprende a utilizarlos con ganancia!”

Ante el canto de sirena o al argumento de aquellos que le dicen que no es factible vivir como ella ha elegido vivir, desarrolla su propio camino de confianza y entrega, de olvido de sí misma, de abandono en las manos de Dios.

“Vivir de amor no es en la cima del Tabor su tienda plantar el peregrino de la vida. Es subir al Calvario a zaga de las huellas de Jesús, y valorar la cruz como un tesoro”.

¡Qué visión distinta y diametralmente opuesta! Vivir de amor no significa un camino empedrado de rosas de nuestros colores preferidos, ni que todo lo que nos venga esté tocado por la ternura. Es primero, saber en quién se pone la confianza, luego, ofrecer lo que somos y hacemos al servicio del AMOR, así con mayúsculas.

Los vientos, las aguas, las encrespadas olas, todo puede y nos lleva al AMOR. Sólo desde ahí podemos ver la Cruz como el más bello Tabor.

Sabe que el unirse a Jesús por medio de la Cruz es una experiencia, una oportunidad que pasa, no será eterna: En el cielo, mi vida será el gozo, y el dolor será ido para siempre. Mas aquí desterrada, quiero, en el sufrimiento, ¡vivir de amor!”.

“Vivir de amor” es deshacerse de todo lo que nos sobra, de lo que nos pesa, es volar con la sola confianza de estar dónde debemos estar: Vivir de amor es darse sin medida, sin reclamar salario aquí en la tierra. ¡Ah, yo me doy sin cuento, bien segura de que en amor el cálculo no entra! Lo he dado todo al corazón divino, que rebosa ternura. Nada me queda ya… Corro ligera”.

Para dejar el lastre que nos pesa, es necesario, confiar: Vivir de amor es disipar el miedo, aventar el recuerdo de pasadas caídas. De aquellos mis pecados no veo ya la huella, junto al fuego divino se han quemado”.

Eso quiere Jesús, eso experimentó nuestra Teresita ¿Quieres vivir de amor?

“Morir de amor, es ésta mi esperanza, cuando vea romperse mis cadenas.

Mi Dios será mi recompensa grande, otros bienes no quiero poseer.

Quiero ser abrasada por su amor, quiero verle y unirme a él para siempre.

Este será mi cielo y mi destino: ¡¡¡Vivir de amor…!!!”.

Nota: Vivir de amor, 26 de febrero de 1895 (El poema de Santa Teresita) brotó de un solo tirón durante los largos ratos de oración ante el Santísimo Sacramento, expuesto los tres días de las Cuarenta Horas (domingo, lunes y martes que preceden al miércoles de ceniza) para reparar los excesos del carnaval antes de entrar en la Cuaresma. Las monjas se turnaban cada hora de dos en dos ante la custodia. Sólo está iluminado el altar de la capilla, mientras el coro de las carmelitas permanece en penumbra. Prácticamente no pueden leer. Y en este clima de ferviente intimidad es donde el canto Vivir de amor fluye del alma de Teresa: un río de paz, inmenso, tranquilo, que cada estrofa va engrosando como un afluente sin perturbar su curso.