«Yo hago nuevas todas las cosas». Apocalipsis 21,5
El Señor hace todas las cosas nuevas. De primeras es difícil creerlo, porque en lo tangible y físico, solo vemos lo mismo que evoluciona a paso lento, con muchísimas contingencias e imprevistos que nos sorprenden cada vez y comienza de nuevo, a veces desde cero.
¿Cómo mirar esta verdad de la Palabra de Dios a la luz de la fe?
Como su “Reino no es de este mundo”, las mayores trasformaciones y milagros ocurren a lo interno. Nadie los ve, a veces son imperceptibles. Digamos que, la mayoría de lo santos, jamás serán canonizados y aún así, no dejar de serlo.
Un texto bíblico comienza a iluminar este sendero oscuro de la fe ¿Por qué tanta injusticia, porque nos afectan infinidad de métodos, filosofías, estilos de vida caducos y vacíos? ¿Por qué la promesa de Jesús no es literal?
Precisamente porque Jesús, ni en su tiempo, ni ahora, altera el curso de nuestra libertad. He aquí el verdadero milagro.
“…y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos”.
Cuando esto ocurre, enseguida se comienza a notar ese aire nuevo, que purifica nuestros pulmones oxidados de tanto respirar a nuestro aire, comienza a surgir un estilo de vida cristiano que el Papa define muy bien: «El estilo cristiano es el de las Bienaventuranzas: mansedumbre, humildad, paciencia ante los sufrimientos, amor por la justicia, capacidad de soportar las persecuciones, no juzgar a los demás… Y ese es el espíritu cristiano, el estilo cristiano. Si tú quieres saber cómo es el estilo cristiano, para no caer en este estilo acusatorio, en el estilo mundano y en el estilo egoísta, lee las Bienaventuranzas. Y éste es nuestro estilo, las Bienaventuranzas son los odres nuevos, son el camino para llegar. Para ser un buen cristiano se debe tener la capacidad de rezar el Credo con el corazón, pero también de rezar el Padrenuestro con el corazón.» (Homilía de S.S. Francisco, 21 de enero de 2019).
Sin duda como la fe, la intención de búsqueda de Dios, requiere de disponibilidad, de apertura, de vacío de la razón saboteadora de la fe, dando paso a la razón cómplice de la fe. Las Bienaventuranzas no son un programa de vida bonito y perfecto, sino una gracia que se recibe, fruto de una relación que comienza con el “encuentro”. Ese mismo “encuentro de la persona con Dios”, va limando todos los riscos abruptos, todas las imperfecciones, va construyendo un odre nuevo sin aniquilar el antiguo; más bien infundiéndole nueva vida. Y tan nueva vida infunde, que según pasan los años en comunión con Él, de las ruinas necesarias del hombre viejo y por pura iniciativa de la gracia, resurge un edificio de cimientos eternos, un edificio a prueba de sunamis, de maremotos… anclado en la Roca Eterna, Cristo Jesús.
Dios quiere reconstruir tu vida, para ello se implica de lleno, su disponibilidad es inmediata y continua. Quiere que vivas en estado de gracia, quiere que tu vida, acorde al Evangelio, pueda contener el “vino nuevo” en el “nuevo odre” del corazón de carne que crea en ti.
¿Estás disponible, abierto, receptivo al don de su Espíritu que hace nuevas todas las cosas?