Este era un niño que vivía muy feliz y cada año recibía los mejores regalos de los Reyes Magos de Oriente. Sin embargo, tenía un amigo que nunca portaba una sonrisa en su cara, siempre andaba callado y pensativo. En una ocasión le preguntó qué juguetes le habían traído los Reyes pensando que así se animaría, y cuando vio la tristeza en su rostro supo la respuesta.
– “¿Cómo podría ser?”, – se preguntó el niño que no entendía por qué los Reyes Magos se había olvidado de su amigo. Así fue como al año siguiente se propuso esperar a los tres y preguntarles si no tenía suficientes regalos para todos los niños.
Llegando la noche mágica, el niño sintió el ruido del patear de los camellos en el salón. Se lanzó a correr y justo a tiempo para encontrar a sus majestades de Oriente colocando los regalos de toda la familia.
El niño que estaba fuertemente decidido a confrontar a los Reyes, les preguntó. – “Melchor, ¿Acaso no tenéis suficientes regalos para todos los niños? Mi amigo el año pasado no recibió nada, así que este año yo le cedo mis juguetes”.
Melchor miró consternado al niño y le dijo. – “Querido eres un niño muy dulce y bueno, es por eso que cada Noche de Reyes, esta es una de las primeras casas que visito. Lo cierto es que tenemos millones de juguetes para todos los niños del mundo. Pero a pesar de que visito a cada niño y niña, no siempre puedo dejarles juguetes. En algunos hogares encuentro sufrimiento y tristeza, por lo que mis regalos no son suficientes para cambiar eso”.
Viendo que el niño seguía esperando el resto de la explicación, Melchor continuó diciendo. – “A esos niños que no son felices les doy el mejor regalo que tengo para dar. En nuestros sacos, también cargamos amor, oraciones y esperanza, por lo que rezamos junto a sus camas para que reciban el próximo año la alegría del espíritu de la Navidad”.
El niño comprendió entonces, que los Reyes Magos repartían diferentes tipos de regalos, y decidió que él también podía ayudar a su amigo, por lo que exclamó. – “Pues yo también voy a ayudar a mi amigo compartiendo mi alegría y amistad con él”. – A lo que sus majestades le contestaron con una sonrisa tierna y desaparecieron.