En los misterios dolorosos del rosario de nuestra vida, hemos de decir contigo, Jesús, como Tú y con todo amor; «El cáliz que me dio mi Padre ¿no he de beberle?» Tú enseñarás a tus almas pequeñitas todo amor, a apurarlo, a ver en él una bebida embriagadora “cáliz que embriaga” en verdadero delirio de amor transformándonos en Ti. ¡El Amor crucificado! ¿Qué te daremos tus almitas de predilección por tanto amor como nos regalas? Uniéndonos a tu oblación del Calvario y del Altar, diremos con las obras aceptando, abrazando, viviendo gozosas los regalos crucificantes del Amor, aquellas palabras sacerdotales:
«Calicem salutaria accipiam». Tomaré este cáliz de salvación que es dolor para ofrecerlo con el Cáliz del Sacrificio de mi Jesús… «e invocaré su nombre…» ¡oh sí, te invocaré con amor, con bendición de gratitud, con alabanzas y adoraciones, con gozo celestial… Así con tu nombre en el corazón, en los labios recibiré tu cáliz de dolor, regalo de amor… Así, Jesús, Jesús, Jesús… Amor mío… Así, Vida de mi vida, así con locura de amor que aumente el dolor.
He aquí la ciencia de los santos y la felicidad de la vida… Esa vista penetrante, escrutadora, sobrenatural que descubre doquiera el amor, ese amor que eres Tú mismo, Dios mío, envolviéndonos sin cesar por la acción de tu amorosa Providencia, siempre en actividad y siempre en infinito, eterno reposo.
¡Oh gozo! ¡Oh alegría! Todo, todo lo que me rodea es para mí, todo es amor y para ayudarme a amar. ¡Qué dulce realidad Amado mío, infinita bondad en que me pierdo!
Misterios gozosos, dolorosos o gloriosos, sí también gloriosos, ¡que importa! Todo debe ser, porque lo es para nosotros amor. Así han de vivirlo tus almitas cuya vocación es amor y repara las miradas naturales, los criterios naturales, la vida natural, humana con que tantos reciben y viven los acontecimientos de la vida.
Me parece, Amor y locura mía, mi Jesús, que para mii y tus florecillas de Eucaristía, de amor Misericordioso, quieres la vida plena del Evangelio, de pura doctrina de verdad, de espíritu de Teresita y de la Obra resumido en aquel soneto que recuerdo haber leído aunque no se el autor, pero lo hacemos nuestro, dulce Jesús:
«Quiero Jesús, vivir tan desligada,
De todos los afectos de esta vida,
Que me deje entrar por esa herida
Que abrió el Amor divino en tu Costado…
Y en asilo tan dulce refugiado…
Amarte sin reserva ni medida,
Con el alma a la tuya tan unida,
Que se funda el amante en el amado…
¿Qué me importan así, cruces o flores?
Bajo el peso de todos los rigores
O en la cumbre de dichas verdaderas
Sólo veré tu gloria o tus dolores,
Tú serás el Amor de mis amores
Y yo querré Jesús, lo que tú quieras».
[Continuará…]
Madre María de Dios.