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Compartimos con todos vosotros, una serie de testimonios de hermanas y otras personas que vivieron muy cerca de nuestra Fundadora, Madre María de Dios Molleda.

El siguiente texto son algunos retazos del testimonio de una de las primeras Hermanas.

Entre las nuevas vocaciones estaba Doña María Mayo, maestra de la Serrada, dos chiquitas de Sevilla, (traídas) por el padre César, Carmelita, y otra joven: Isabel de Puente Nuevo; poco a poco se iba presentando alguna. Nuestra Madre decía: «Vamos hacer aquí en el terreno una casita pequeña para cuando podamos tener algunas gallinitas, para recoger algún huevo para el gasto de casa, si es la Voluntad de Dios». Con los obreritos albañiles, muy buenos, hizo la casita bien, ni grande ni pequeña, para cuando pudiera adquirir las gallinas… A mi se me ocurrió una idea: «Madre como ya voy a tomar el Santo Hábito y vendrá mi padre y hermano, si Dios quiere y si Vuestra Reverencia me da permiso, les voy a decir que toda la familia de regalo me manden una pollita cada uno, pues ya tenemos el gallinero, pero faltan las gallinas. Nos harían una gran caridad ayudando con esto un poquito. Tienen esa costumbre en el pueblo cuando una chica se casa». Nuestra Madre se reía y no quería, pero la convencí y al poco tiempo se presentó mi hermano Mateo, mi tía Eleuteria y mi prima Clotilde un día con el cajón de pollitas y un galán. Total 12 gallinitas y un gallo para que las cuidara. También nos trajeron pienso…

No era rica ni tenía grandes medios para hacer las obras, mantener y vestir a las que nos íbamos reuniendo para vivir con ella. Sólo tenía una modesta pensión que la dejó su padre y la pensión de Hna. María (viuda), de su esposo que mataron en la guerra y el Señor la escogió para Él. Las demás, todas éramos de clase humilde, sin recursos para traer y nos decía: «Yo no miro dote ni dinero, sólo miro la vocación, (si) estáis dispuestas al sacrificio, al sufrimiento, a entregaros totalmente a Dios; es lo principal. Cuántas vocaciones se pierden a causa de no tener dinero, yo no quiero ni miro eso». Por eso quería las gallinitas y en el terreno sembramos acelgas, lechugas, tomates, zanahorias, remolacha de mesa, algunas patatas, judías, repollos, ajos… De todo un poquito, Al principio resultó bien, pero ya después como la tierra no es buena, sin abono ni agua para regar, que lo hacíamos a cantaros y cubos a las 5 de la mañana y por la tarde en la hora del recreo; no compensaba, mucho trabajo y poca utilidad, por eso se dejó.

Siempre era la primera en todo a pesar de sus muchas cosas importantes y muy enferma siempre; la primera en todo dando ejemplo, en primera línea con las Hermanas en la cocina, en la huerta, en todos los trabajos. Un año en Navidad cayó una nevada muy grande y metiéndose hasta la rodilla (en la nieve) y Hna. María con ella atravesaron el terreno para echar de comer a las gallinas. También cosían las Hermanas para una tienda. ¡Qué fe y confianza que tenía nuestra Madre en la Divina Providencia, qué esperanza tan grande y qué paz! Decía: «Dejemos que Él obre: Él irá abriendo caminos…».

CHARITAS

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